Los eventos de tiempo extremo suelen llegar con poco o nada e aviso. En cuestión de momentos, nuestro hogar, vehículo, o el barrio donde vivimos por años pueden sufrir daños extensos. Los efectos pueden quedar marcados por años, desde las persianas rotas por el granizo hasta ambientes que tendrán humedad por años debido a una inundación. Pero también hay consecuencias mas difíciles de detectar: Los efectos sobre la salud emocional de las personas que padecieron estas situaciones.

Si bien tener un estado de ansiedad o tristeza profunda pueden ser normales después de haber vivido un evento extremo, hay signos que debemos intentar detectar a tiempo para buscar apoyo de ser necesario. Sentirse nervioso o desbordado tras un desastre es natural, pero cuando estas emociones persisten en el tiempo y nos impiden cumplir con responsabilidades diarias, es momento de actuar.

Entre los sentimientos y reacciones comunes luego de haber vivido una situación de tiempo extremo, podemos enumerar las siguientes:

• Miedo, ansiedad o angustia al revivir la situación padecida


• Irritabilidad, frustración y resentimiento


• Pérdida temporal de interés en el trabajo o la rutina


• Aislarse, o mantenerse excesivamente ocupado para evitar el tema


• Tener problemas para dormirse o para permanecer dormido


• Aumento en los conflictos con la familia, amigos o compañeros de trabajo


• Aumento o disminución del apetito

Sentirse nervioso o desbordado tras un desastre es natural.

Si estas reacciones se sostienen en el tiempo y comienzan a interferir con nuestra vida diaria como padre, pareja, amigo o trabajador, es el momento de avanzar en ciertos métodos que pueden ayudarnos a superar la situación: Una de las estrategias más efectivas para sanar es reforzar los vínculos sociales. Vincularnos con nuestros amigos o la comunidad, desde salir a tomar algo hasta participar en una actividad grupal pueden ayudarnos a mitigar el trauma y salir del aislamiento. Existen otras actividades que podemos intentar para reducir el estrés.

• Hablar con los demás sobre lo que ocurrió y como nos sentimos.


• Buscar ayuda si nosotros o alguien que conocemos está teniendo problemas de alcohol o drogas luego de la situación vivida.


• Hacer una pausa para despejarnos, relajarnos o ejercitarnos.


• El estrés prolongado puede llegar a tener un impacto en el cuerpo: Intentar mantener una dieta sana y dormir bien.


• Buscar ayuda profesional si no logramos controlar nuestra angustia o ansiedad con estas estrategias.

Si bien los niños a veces parecen superar estas situaciones con mayor rapidez, muchas veces es porque no tienen aún los medios para hablar abiertamente de las consecuencias traumáticas que persisten: Pidamos a nuestros niños que hablen sobre lo que vivimos y dejarlos expresar libremente sus sentimientos. Debemos además prestar atención a cualquier cambio en su comportamiento que pueda indicar una angustia emocional.

En el caso de los adultos mayores, también debemos estar atentos a ciertas conductas: A los abuelos de la familia se les puede sumar el miedo a que se deteriore su salud, depender de los demás o a ser internados en una institución, por lo que muchas veces ocultan el impacto que un evento extremo les causó. Debemos intentar tranquilizarlos, demostrar preocupación y voluntad de ayudarlos.